jueves, 22 de noviembre de 2007

Dos menos cuarto, Medrano y Rivadavia

Las monedas recién recién ordenadas en el receptáculo que a tal fin tiene el nuevo auto full full, con inyección, aire, dirección, levantavidrios para las cuatro ventanas, llantas de aleación, compact.
Chocho en el tráfico insoportable del verano porteño, mientras calamaro desde el compact me hace pensar en las bocas que no quiero que nadie más muerda, y no me deja escuchar la ambulancia no importa, total la veo por el espejo retrovisor izquierdo con comando eléctrico.
Y claro, tenía un toco de monedas todas desordenadas, pero ahora sí, ahora tengo un lugar piola para ponerlas y pasar el peaje sin andar buscando como loco en los bolsillos. Al fin y al cabo son hinchapelotas las monedas, me parece que mejor saco uno de esos Como se llaman esos aparatos...esos, que sirven para pasar la barrera sin parar, y que despues te lo cargan directamente en la tarjeta. Está bueno, me voy a comprar uno de esos. No parás, no bajás la ventanilla - no te joden la lluvia ni el calor.
Igual me parece que lo voy a dejar para después de las vacaciones, ahora hay demasiado laburo y ya me voy. Terminó calamaro, a ver que otro compact tengo por aca...
-No golpees loco. Me golpea el vidrio. Siempre en los semaforos hay alguno mangueando.Que cara de muerto tiene este tipo,por dios. Debe tener mi edad, barba como usaba yo antes.. pero qué flaco, y qué mirada más

Menos mal que las monedas están ordenadas.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Autorretrato

No siento el frío. No siento nada. Oigo voces. Veo.
Alguien corta. Me están cortando. Profundo. No lo siento.
Pero no me asombro, es natural. Saca cosas como de un baúl.
- El corazón está destrozado.
Qué novedad. No hace falta ser patólogo. ¡Patólogo! Ahora entiendo. Por eso antes:
- Es un hombre blanco, como de treinta y cinco años. Peso:
ochenta y seis. Un metro setenta y ... ocho.
Así es como llegué a esta mesa de mármol. No me asusto.
Sigue con el corazón. No entiende nada.¿Y ahora qué hace?
Qué trabajo espantoso. Yo nunca podría hacerlo - bueno, de hecho ya no voy a poder...¿Con quién habla?
- Mirá, los pies tienen el dedo gordo más corto...qué risa.
¿Para qué me revisa los pies?
-Cicatriz en el abdomen. Operación de hernia, probablemente a los quince años.
Bueno, esta vez acertó. Fue a los doce - no, a los once que me gané esa línea rosada sobre la pelvis. Sigue.
- Excedido de peso. Quince kilos de más.
¿Quince? Diez. Parte inseparable de mi persona.
- Las manos llenas de cortes. ¿Qué hacía este hombre para lastimarse así? Fijáte en la ficha.
Me debe haber visto el anular izquierdo, mi famoso dedo-teta.
Siguen sacando cosas.
- A ver...era ingeniero.
- El estómago tiene de todo. Chicle, caramelos, ajo, nadando en ginebra o algo que apesta a alcohol.
-Seguro. Cómo no va a tener porquerías en la panza si tiene más amalgamas que dientes. ¿Ves?
Me abren la boca. No, ya estaba abierta. ¿Qué es esa luz?
- Dejame revisar el ojo derecho...
No veo nada, no encandilen...yo no puedo cerrar los ojos. La linterna es un estallido, los colores me sofocan. Pero veo para adentro. Sorprendente. Una galería oscura. Más tranquilo. Espejos, cuadros,no se entiende.¿Qué es esto? no tengas miedo, soy yo mismo. ¿Quién sostiene los espejos?
Papá, papá y mamá...no se vayan-a ver ese dibujo. No, es una foto. Un chico rubio, de pelo lacio y tibio. Se van. Yo no me muevo, la galería pasa y mis gritos no retumban. Ahí vengo yo con mi impermeable verde, adolescente con olor a risa y cigarrillo negro, encerrado en el espejo que ella acaricia con sus rulos Ella. Y nuestros hijos. Miran la tele. Ahí un hombre de barba - yo - con capa y espada,
superman zorro batman enciclopedia fabricante de juguetes contador de cuentos. No sabía que mi sonrisa pudiera ser tan amplia. Vengan chicos...no llegan viene Gilda.
Gilda y su espejo verde cruel envidia celos forma de mujer tetas donde me miro y no puedo reflejarme, nada refleja no se ve. Spieglein Spieglein an der Wand...se oye a mi viejo que se va con el nene de casco de oro contando blancanieves en alemán hace siglos y no se escucha más porque se acerca una foto. No, es otro espejo. Julia, que sólo sabe reflejar mi sexo en su vidrio, borra la nariz prominente las cejas brutales la barba rubia roja con hilos grises y sólo deja violencia sexo volumen poder no poder. Platero es pequeño, peludo, suave. Yo no . Yo no me muevo me doy vuelta y otra mujer, con pañuelo blanco, grita en silencio y agita una foto varias fotos que no son mías que son de ellos que se quedaron hace diecimuchos años con la sangre en el piso y balas en los charcos y mis lágrimas sobre las fotos me escapo no puedo mirar. Un hombre sentado me invita a jugar. Está tranquilo, es un extraño en la galería. Tiene casco de explorador, un tablero sobre la mesa y dos sillas, Llega hacia mí como en una cinta transportadora, el piso se mueve. Me siento.
- Buen día doctor.
- Buen día, Diego, cómo está usted.
Jugamos un rato, y cuando el rompecabezas comienza a tener sentido muestra mi figura con la espalda más derecha y la sonrisa más plena
- La seguimos el ...
Lástima.
El pasillo sigue para siempre. Voces. Gente. Dejan las fotos y los espejos en una pila, y jugando con los pedazos aparece yo, sentado, escribiendo un autorretrato.
Acostado sobre una mesa de mármol, alguien busca en mi pecho como en un baúl. Entero. No siento el frío. No siento nada.